“Mi marido siempre se puso nervioso en el nacimiento de todos nuestros hijos, pero, en un de ellos, cuando la matrona me pedía que hiciera algo, lo hacía él también. Cuando ella me decía “¡Empuja!”, el pobre se ponía morado… O cuando me fueron a poner la máscara de oxígeno ¡Se la puso él!”.
nabel1977
“Mi parto fue súper largo (32 horas), no sentía las contracciones. Mi marido se puso en cuclillas para avisarme de cuándo tenía que empujar. En principio todo bien, pero en el momento de empujar mi matrona pidió que se quedara solo una persona (mi marido o mi madre) y claro, mi marido quiso quedarse. Y bien, en vez de ayudarme o quedarse a mi lado, se sentó en un cubo de basura médico a dos metros detrás de mí porque no quería ver la sangre ni sentir olores raros. Lo peor es que cuando los médicos me iban a hacer algo él se ponía verde y me preguntaba “pero ¿no te da miedo?”. Ya le advertí que para el siguiente se queda mi madre…”
Cecilia13
“En el parto de mi primera hija, empecé a empujar y la matrona le dijo a mi marido “Ahí está, ya le vemos la cabeza, ven a ver”. Al principio no quería mirar, pero después de un rato se animó y vino a ver. Resultado: al ver la cabeza del bebé con un poco de pelo pegado, le dice a la matrona “Ah qué bien! La reconozco!” y la matrona no pudo aguantar la risa”
Cathymary
“Mis dos primeros partos fueron especiales…
Primer parto: mi marido y yo estábamos muy nerviosos, era nuestro primer bebé. Llegamos al hospital a las 00:40 y a partir de ahí, todo se aceleró. No había tiempo para epidural, el bebé llega ya. ¡Directa a la sala de partos!. Mi marido tenía los ojos clavados en el monitor y, cada vez que veía que iba a llegar una contracción gritaba “Cuidado! Ahí viene una!”. Pensé que en cualquier momento lo estrangularía…
Después de dos pujos, la matrona le pidió que me refrescara la cara con un poco de agua, pero él con los nervios casi me ahoga… ¡Y la matrona muerta de risa!. Julio llegó a las 1:40, no fue un parto largo. Cuando todo terminó la matrona nos felicitó y preguntó si todo iba bien. Antes de que tuviera tiempo de responder mi marido le dijo “Dame un poco de agua, no me encuentro bien…” ¡Se había mareado!.
En el segundo parto: desperté a mi marido por la noche anunciándole que la niña ya llegaba. Vivimos alejados de la ciudad, así que cogimos el coche y a mi Señor Marido se le ocurre pasar por mitad de un campo en lugar de tomar la autovía. Ya os podéis imaginar ese camino lleno de agujeros…
Al fin llegamos al hospital y le pedí que buscara ayuda antes de que yo saliera del coche porque ya sentía la cabeza de mi hija fuera. Salió corriendo y cuando vuelve después de un rato, todavía no tenía nada ni nadie con lo que ayudarme! Muerto de pánico me dice “Espera, me he equivocado de entrada, es por el otro lado”. Al rato viene con una enfermera de turno que nos facilitó una camilla. Me puse en ella, me quité el pantalón y, sin empujar siquiera, mi hija salió en cuanto llegamos a la puerta de emergencias. Durante ese tiempo, varias matronas que habían escuchado a mi marido nos estaban buscando en el otro parking…”
Vanessa