Los estudios demuestran que los bebés en el vientre materno en situaciones de estrés (por ejemplo, al sentir la punción de una aguja en tu abdomen) aumentan la secreción de neurotransmisores que se vierten al torrente sanguíneo y se alejan de la punta de la aguja que se les acerca. Esta reacción podría ser un reflejo defensivo o una respuesta consciente ante una amenaza.
Además, cuando su salud se altera por alguna causa, los movimientos fetales disminuyen. La falta de glucosa en la sangre materna (para él pasar hambre) también se relaciona con una disminución de sus movimientos. Y al contrario, un vaso de zumo azucarado que toma la mamá pone en marcha una mayor actividad fetal.
Sin embargo, otras investigaciones deducen que el feto no es capaz de percibir sensaciones dolorosas hasta el último trimestre de embarazo, porque sus conexiones neurológicas no están plenamente desarrolladas hasta la semana 29 de gestación. Antes, el feto no sentiría dolor real, aunque realice un movimiento reflejo ante un estímulo doloroso.
Por lo tanto, la conclusión que saco de todo esto es que, ante la duda, las madres debemos velar por el bienestar de nuestro bebé desde el primer día de embarazo.