Ha celebrado contigo la buena noticia (vais a ser papás!!), ha hecho miles de planes para preparar el cuarto nuevo del bebé, ha traído decenas de folletos con cochecitos y cunas… pero ahora que la fecha del parto parece no llegar nunca, la pareja con la que compartes esta experiencia inolvidable parece algo despistado.
En la espera vive tus mismas inquietudes, comparte tus deseos y dudas… pero no tiene la percepción exacta de lo que sucederá, no cuenta (como tú) con la ayuda de los cambios hormonales, no experimenta la emoción de sentir cómo el bebé se mueve y da patadas.
Para ti el pequeño que está a punto de nacer es una “realidad” existente, pero para él se trata de una “hipótesis” que sólo intuye, destinada a convertirse en algo real en el futuro. De ahí que los recorridos de la futura mamá y el futuro papá sean distintos aunque complementarios. Hablar, reconocer las dificultades, comparar las sensaciones diversas será útil para uniros en una experiencia tan profunda y transcendental como es la llegada de un hijo.
El objetivo es conseguir entender juntos las necesidades y exigencias del otro. No te decepciones viendo su incertidumbre, todo lo contrario: haz que participe en los preparativos, llévalo contigo a una tienda de niños para empiece a orientarse entre la ropita y los pañales, comparte con él las cosas que merecen ser recordadas cuando llegue el momento de ir al hospital.
Si le ves inseguro al intentar sintonizar con tus necesidades y entusiasmos, no saques conclusiones apresuradas. No tengas miedo: sabrá ser un buen padre, aunque a veces parezca distraído y preocupado. Cuando su hijo sonría por primera vez, todas sus dudas se tornarán en ternura.