Cuando el asunto es depresión, buena parte de las futuras mamás lo asocian con el postparto. Pero pocas saben que puede manifestarse también durante el embarazo, trayendo perjuicios a las mujeres, los bebés e incluso al parto.
Las mujeres deprimidas, además de encontrar dificultad para dormir y relacionarse, por ejemplo, pueden adoptar conductas perjudiciales a la gestación. Entre ellas, está abandonar el control prenatal, fumar, ingerir bebidas alcohólicas y dejar de tomar las vitaminas recomendadas
por el médico.
Algunos trabajos científicos indican el aumento de las oportunidades de presión alta en el embarazo. Hay aún el riesgo de que continúen deprimidas en el post-parto. Los niños son afectados por la mayor posibilidad de que nazcan prematuros y, por tanto, con bajo peso. En el caso del parto, aumenta la posibilidad de que sea por cesárea y un parto más prolongado.
Los principales indicios son sentirse triste y desanimada, perder el placer que tenía al ejecutar determinadas actividades, presentar alteraciones en el sueño, apetito y concentración. Si percibe la presencia de uno de esos detalles por pocos días, tranquila, no quiere decir que tenga depresión. Los síntomas necesitan durar más de 15 días y no estar relacionados con algún acontecimiento duro, como a la muerte de un pariente.
El tratamiento debe comenzar lo más pronto posible y consiste en terapia o medicamentos antidepresivos.