Échale la culpa a las hormonas, a ellas se debe tanto lo bueno (la luminosidad de la piel, el magnífico aspecto de tu cabello…) como lo malo. En el caso de tu rostro, esto se traduce en sequedad o exceso de grasa y aparición de manchas.
Sequedad
Durante el embarazo se producen grandes variaciones hormonales que, por una parte, provocan una disminución del nivel de grasa y, por otra, estimulan la acción de las glándulas sudoríparas, lo que favorece la deshidratación de la piel. Esta combinación da lugar a que la dermis de la cara se vuelva más seca y sensible, y que disminuya la resistencia cutánea.
Para combatirlo basta que hidrates la piel del rostro diariamente. Además, deberías incluir en tu neceser productos con aceites naturales de alto poder hidratante, como el de rosa de mosqueta o el de almendras dulces.
Exceso de grasa
Durante el primer trimestre, muchas embarazadas experimentan un aumento de granitos y acné, especialmente las que ya habían sufrido este problema en la adolescencia. Los dermatólogos piensan que la causa se encuentra en el sistema inmunológico. Para que las células del feto sean aceptadas por tu organismo, el sistema inmunológico baja la guardia. Las bacterias y los gérmenes que causan estos granitos pasan desapercibidos y se multiplican.
Lo malo es que durante el embarazo no se puede tratar con sos productos habituales antiacné, porque el desarrollo más importante del feto se produce durante este período y algunos de los activos estos productos (ácido glicólico, retinol, lafa y beta-hidroxiácidos) están completamente contraindicados.
Lo mejor es volver a lo sencillo: usa cremas hidratantes ligeras, en textura gel y aplica exfoliantes mecánicos (los que contienen pequeñas partículas que arrastran las células muertas por fricción) en vez de químicos para limpia a fondo los poros de tu piel.
Manchas
Su origen también es hormonal, durante el embarazo tu piel acumula y aumenta la actividad de la melanina. El resultado suele ser lo que se conoce como melasma o cloasma del embarazo: unas manchas de color marrón amarillento que aparecen en todo el cuerpo, pero son especialmente perceptibles en la cara, sobre todo en los pómulos, la frente y el dorso de la nariz. Esta pigmentación anormal desaparece al dar a luz.
Mientras tanto, ten mucho cuidado con el sol, porque puede intensificarlas. Huye de él literalmente. Aunque estés en invierno. Por supuesto, en verano el sol es mucho más agresivo, y la recomendación es que uses un protector solar de factor alto (50). Pero en el resto de épocas del año, bastaría con usar un factor protector 30.
Ningún protector solar ofrece una protección 100% absoluta, así que… ten cuidado.