El recién nacido tiene una respiración irregular, en ocasiones agitada. Cuando está tranquilo realiza entre 40 y 60 respiraciones por minuto (la media de un adulto es de 16).
A veces, hace una serie de resoplidos que pueden ir seguidos de una pausa de segundos. También tiene periodos de respiración tranquila, en los que no se le mueve el pecho, que pueden alarmar a los padres. Para comprobar que respira bien, basta con poner delante de su nariz y de su boca un espejito (el aire que expulse empañará el cristal) o dos dedos (para sentir el calor de su exhalación).
A los dos o tres meses, la mayoría de las irregularidades desaparecen y la única diferencia que queda entre nuestra respiración y la del bebé es un ritmo ligeramente más rápido (el bebé hace una media de 20 a 30 respiraciones por minuto).