Desde los primeros meses de gestación, te someterán a algunos controles para saber si todo va bien, si tu hijo se está desarrollando correctamente. Gracias a cada prueba se descubre la presencia o no de determinadas anomalías. Una de las más frecuentes es la amniocentesis.
La amniocentesis consiste en la extracción de líquido amniótico (25 centímetros cúbicos, aproximadamente) mediante una punción vía transabdominal de la cavidad uterina guiada por una ecografía. Se realiza entre la 15ª-16ª semana de embarazo. Los resultados se conocen dos o tres semanas después.
Está indicada en mujeres de más de 35 años, con antecedentes familiares de anomalías cromosómicas, en casos de abortos repetitivos o fetos muertos y para confirmar los resultados de otras pruebas, como el triple secreening. Es totalmente voluntaria; la decisión de hacerla o no corresponde solo a la madre.
¿Sus resultados son fiables? ¿Tiene riesgos?
Es la prueba definitiva para el diagnóstico de algunas cromosomopatías, la detección de determinados trastornos endocrinos fetales, de los defectos del tubo neural, la determinación de enfermedades ligadas al sexo y el diagnóstico precoz de algunas enfermedades hereditarias. Su fiabilidad es muy alta, 99,9%.
Los riesgos de una amniocentesis son varios. Básicamente son los derivados de romper la bolsa cuando se pincha para extraer el líquido amniótico. Al ser una prueba que comporta riesgo para ti y para el feto, tú has de estar de acuerdo a la hora de realizártela. Por eso es importante que consultes con tu médico las dudas que te surjan. Aunque se nota el pinchazo cuando te la realizan, no es una prueba que se tolere mal. Se recomiendan 48 horas de reposo tras su realización.